lunes, 23 de enero de 2012

La generosidad no ayuda a la obtención del liderazgo

Un estudio realizado por expertos en comportamiento de organizaciones de la Stanford Graduate School of Business de Estados Unidos pone en entredicho que cualidades como la bondad, la generosidad y el autosacrificio lleven a un empleado a destacarse dentro de la oficina más allá que como un "santo". Según la investigación, actitudes como estas son contrarias a la competitividad que busca un directivo, a la hora de considerar a cualquier trabajador como candidato para un ascenso. En pocas palabras, ser excesivamente bueno resulta un obstáculo si se quiere llegar a jefe.

Por lo general y durante mucho tiempo, la generosidad ha sido considerada una virtud en el terreno empresarial.

Sin embargo, un estudio realizado por el profesor de comportamientos en organizaciones de la Stanford Graduate School of Bussiness de Estados Unidos, Nir Halevy, en colaboración con un grupo de investigadores, ha revelado que esta actitud también puede ser un signo de debilidad y restar cualidades a los jefes potenciales.

Los autores del estudio han publicado sus conclusiones en el artículo "La concesión del estado en el dilema de los Intergrupos Sociales: Antecedentes y consecuencias del comportamiento de prestigio y de la dominación", que ha sido publicado por la revista Stanford GSB News.

La investigación muestra que ser una buena persona contribuye, sí, a la imagen pública, e influye en el estado de una persona en dos dimensiones fundamentales: el prestigio y el dominio.

"Sin embargo, aunque estos individuos están dispuestos a dar sus recursos al grupo, no son percibidos como líderes ", aseguran los expertos.


El límite entre la bondad y la aptitud

"Las personas con alto prestigio son a menudo consideradas como santurrones, que poseen una calidad de auto-sacrificio y fuertes valores morales", apuntó Robert Livingston, otro de los autores del estudio, profesor asistente de administración y organizaciones en la Kellogg School of Management, de la Northwestern University.

Los investigadores definen el dominio como un estado alfa, mientras que el prestigio se corresponde con la admiración que alguien llega a despertar en los demás.

Al Capone, por ejemplo, caracteriza a un individuo de alto dominio, mientras que la Madre Teresa de Calcuta representa la imagen de una persona de gran prestigio.

El estudio sostiene que las personas con alto prestigio son percibidas como líderes deseables en un contexto no competitivo. En este último caso, son vistos más bien como sumisos, en comparación con los individuos que se esfuerzan por maximizar sus ganancias personales.

En tiempos de competencia y ascensos, las personas que son menos altruistas son vistas como dominantes y más atractivas para desempeñarse como líderes, aseguran los investigadores.

Admiración y poder

La investigación abre un debate sobre las actitudes que se deben asumir frente a los compañeros de oficina, en el caso de desear obtener un ascenso y encabezar un equipo de trabajo como directivo.

En resumen, ser generosos puede aumentar el prestigio, y a su vez el respeto y la admiración de los demás. Sin embargo, ser egoísta o agresivo disminuye el respeto y la admiración de los demás, pero aumenta la percepción de dominio personal.

La consecuencia es que los individuos dominantes son más propensos, según los investigadores, que las personas de prestigio a ser elegidos como representantes de un grupo de empleados. Por lo tanto, ser demasiado amable puede tener consecuencias negativas para la consecución del liderazgo.

"Ser demasiado generoso a menudo tiene un coste personal para una posición de fuerza o poder", explicó Livingston.

"Esta investigación comienza a explorar en 'chicos buenos' la meta de alcanzar el primer lugar y el desenlace de terminar último, en función del contexto del grupo", señala por su parte Halevy, que concluye: "Los chicos buenos no llegan a la cima cuando su grupo necesita un jefe dominante para guiarlos en un momento de conflicto".

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