domingo, 27 de enero de 2008

Excusas para no trabajar

En nuestra vida de trabajadores asalariados, casi todos hemos tenido que faltar al trabajo alguna vez por razones justificadas: una enfermedad, un aniego en la cocina, una mala noticia.

Pero hay quienes se las arreglan para buscar excusas para no asistir a su sagrado centro laboral.

El problema es que el repertorio de excusas tiene un límite y mucha gente recurre a los pretextos más extraños para justificar la pereza.

Británicos perezosos


Por ejemplo, en Gran Bretaña hay quienes dicen que no puede ir a trabajar porque están muy borrachos.

Ésta es una de las más populares entre los británicos y, curiosamente, es muy aceptada, aunque no parezca aceptable.

La del pariente enfermo ya no funciona, porque es usada con tanta frecuencia que uno no se explica como el dichoso familiar aún está vivo con tanto achaque.

Hay quienes han matado al mismo pariente más de una vez, lo que cual plantea una duda más existencial que laboral.

Otros dicen que perdieron el avión, cuando todo el mundo sabe que el tipo no iba a ningún lado ni regresaba de alguno.

Excusas descabelladas
Hay otras que entran riesgoso territorio de de la desvergüenza.

No tengo ganas.

Ésta no es muy es convincente, a menos que uno sea su propio jefe y se la diga al espejo.

Estaba tratando de cerrar mi casa con llave cuando ésta se me rompió y me quedé atrapado fuera. Llamé al cerrajero, y me dijo que llegaría en una media hora, pero se demoró dos horas, no tenía el equipo adecuado y ahora ya es muy tarde.

Si uno suena como que está hablando bajo techo, el argumento pierde validez.

No encuentro mi automóvil.

Esta funciona siempre y cuando uno sea dueño de un Mini y no trabaje en el departamento de ventas de la Ford, por ejemplo, porque eso le puede costar a uno el puesto.

Más excusas

Se me enfermó el pez y tuve que llevarlo al veterinario.

Malísima ésta, porque ¿cómo hace, por ejemplo, un veterinario para tomarle el pulso a un pez? ¿Y cómo sabe uno que el pez está enfermo? ¿Tiene ojeras y los ojos bien abiertos?

La mejor es: no pienso ir porque me gané la lotería.

Si ésta excusa es seguida de un epíteto impublicable al jefe, ésta es la mejor prueba de que, en efecto, uno ya no necesita trabajar.

En todo caso, como hubieran querido los gerentes del banco francés Societé Générale que Jérôme Kerviel buscara una excusa de lo más descabellada para no acercarse a una computadora.

Hasta le habrían aceptado que se le enfermó el pez de catarro, se le perdió el automóvil cuando quiso ir a buscar a un cerrajero, mientras se recuperaba de una tremenda borrachera.

Fuente: BBC - Mundo

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