lunes, 25 de mayo de 2009

Transformar el talento en una prioridad estratégica

La puja por talento y conocimientos nunca se agota. Los ejecutivos deben replantear constantemente métodos para atraer, motivar y retener personal de calidad. En rigor, la idea de que tantos y tan costosos esfuerzos hayan fracasado es una obsesión entre elencos directivos.

Eso sostienen Matthew Guthridge, Asmas Komm y otros expertos de la consultora McKinsey. Máxime en tiempos tan críticos como los actuales.

En general, a las empresas les encanta insistir en que el capital humano es su clave para competir. Por el contrario, la mayoría está tan mal preparada para descubrir, cultivar o retener gente como hace casi 12 años, cuando McKinsey encaró su primer estudio en la materia “la guerra por talentos”.

Hacia 1997, en efecto, esa investigación diagnosticaba una escasez de gerentes y profesionales, que se ha intensificado en los últimos años. Antes de la crisis sistémica desatada sobre las principales economías a partir de agosto de 2008, el sector privado estadounidense afrontaba el paulatino retiro de la camada nacida inmediatamente tras la Segunda Guerra Mundial y la falta de sangre joven. Sin el factor generacional, lo mismo sucede en varios países emergentes.

Dos encuestas internacionales efectuadas por la misma organización (2006, 2008) revelan que el tema talentos era definido como la mayor preocupación en los estamentos superiores. Casi la mitad de las respuestas esperaba una creciente puja en el mundo por personal de calidad y sus efectos en la competencia entre ese momento y la década entrante.

En rigor, la idea de que tantos y tan costosos esfuerzos hayan fracasado es una obsesión entre elencos directivos. Desde fines del siglo 20, se ha invertido mucho en instrumentar procesos atinentes a recursos humanos. Si bien en general se trataba de acciones bien intencionadas, eran insuficientes –en el mejor de los casos–, cuando no superficiales o ineficaces. Dicho de otro modo, demasiadas empresas siguen considerando RR.HH. como una cuestión táctica, de corto plazo, no parte de estrategias de largo aliento que demanden la atención de los ejecutivos superiores.

Las indagaciones de McKinsey evidencian que el propio management admite su fracaso (y el de la línea gerencial) en encarar esos problemas. Docenas de compañías transnacionales trasuntan los obstáculos que afronta el área. Entre ellos, mentalidades cortoplacistas, retaceo de colaboración mutua, ineficacia y confusión sobre el papel de los profesionales.

Fuente: Revista Mercado

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