martes, 28 de julio de 2009

El pasaje

Como hemos mencionado en otras ocasiones, todo, excepto Dios, tiene un ciclo de vida: generación, nacimiento, crecimiento, madurez, declinación y fin.

Se trata de una ley universal de la que nada ni nadie escapa, incluyendo productos, empresas, personas, organizaciones y paradigmas. Los ciclos históricos confirman este hecho inexorable que, por su naturaleza, no es susceptible de ser juzgado “por sí o por no”, quedando nuestras posibilidades limitadas simplemente al ámbito de la constatación.

Los modelos mentales de los seres humanos también se encuentan dentro de este círculo, junto a las estructuras que de aquéllos se desprenden, hasta que maduran, declinan y perecen. Por distintas vías convergentes -a veces en cuentagotas, a veces mediante enormes cataclismos- llega luego una instancia regeneradora, que en el caso de los modelos podemos llamar “innovación”, la cual impulsa un nuevo ciclo, y así, sucesivamente.

Usted ya lo sabe por las noticias y está enterado, como todo el mundo, que, tanto en lo social, como en lo político, lo económico, lo financiero, lo medioambiental, lo energético, y hasta en lo cultural, la resultante general es bastante mediocre.

¿Cómo calificar lo que está sucediendo? ¿Ha sobrevenido, acaso, una repentina escasez de individuos inteligentes, dignos y honestos, capaces de administrar y dirigir en paz?

Quizás todo este bullicio, no sea otra cosa que el final de un ciclo y el inicio de otro; y lo que estamos viviendo es el cruce del puente, hasta que alcancemos el otro lado, encontrando los paradigmas adecuados. Mientras tanto, nos enfrentamos a turbulencias producidas por una suerte de homeóstasis, en donde los trastornos que ocasionan los modelos mentales agotados están originando ciertos impulsos de ida y vuelta, que restablecerán, finalmente, el equilibrio.

Cuando usted presencia tensión, ansiedad, nerviosismo, inquietud, frenesí, y hasta pánico, pueden ser los efectos de un paradigma que está llegando a su fin: el de la estimulación excesiva o sobrestimulación. Por el contrario, si usted percibe aburrimiento, descontento, monotonía, tristeza, desatención, languidez, depresión, falta de fuerzas para crear, para construir, puede tratarse de síntomas de otro paradigma que, igualmente, se está derrumbando: el de la estimulación débil o desestimulación.

En ambos casos, los vectores, agentes o actores de dichos modelos, no podrán ir más allá de lo que la ley del ciclo de vida les permita, por más reposicionamiento que se ensaye; eso es inevitable en el tiempo.

Quienes se han perfeccionado en el ámbito de estos consumidos paradigmas, también han experimentado un incremento de peso en el legado de eventuales éxitos pasados, lo cual, por cuestiones de inercia, disminuye la facultad de innovación genuina, tanto en términos absolutos, como relativos. Esto se evidencia a través de los redundantes intentos de innovación aparente, llevados a cabo de manera imprudente, derrochando recursos, sin un núcleo estratégico que los integre, divididos en múltiples frentes y direcciones contradictorias, que matemáticamente terminan anulándose entre sí.

La tajante desvinculación producida entre individuo y sistema, jerarquía y frugalidad, discurso y realidad, gesticulación y ejecución, respeto y libertad, participación y disenso, éxito y generosidad, rentabilidad inmediata y sustentabilidad, es la sublimación de un modelo que se está despidiendo lentamente.

Si usted se encuentra más allá de la mitad del puente, cruzándolo, ¡alégrese!, pues se dirije en la dirección correcta.

Si usted se encuentra antes, a las puertas, y teme perder su trono paradigmático, no dude en cambiar, de verdad; al fin y al cabo, los modelos son finitos y su destino es, más tarde o más temprano, ser reemplazados. Pero no se rasgue las vestiduras, ni simule ahora “rebeldía”, buscando un lugarcito en la hinchada contraria; observe un mínimo de compostura y decoro, procurando no caer aún más bajo.

Es aconsejable sincerarse, pues varios se están dando cuenta; fingir ya no le dará el mismo provecho, no resultará tan convincente.

Recuerde las palabras de Lincoln: "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo."

Por: Ricardo Vanella

Fuente: Claseejecutiva.tv

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