"En contextos de crisis, leer tiene más valor porque nos da otro lugar, otro tiempo. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias." Así lo sostiene la antropóloga francesa Michèle Petit, en una entrevista con LA NACION en Buenos Aires.
De visita en la Argentina invitada por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), Petit disertó en la última Feria del Libro.
Su trabajo sobre la contribución de la lectura a la reparación personal, a partir del análisis de experiencias realizadas en contextos sociales difíciles en distintos países, la ha llevado a indagar sobre proyectos que surgieron aquí después de la crisis de 2001.
Sostiene que en la Argentina y en Colombia vio las experiencias más significativas, y observó que aquí la gente tiene una relación muy intensa con la narración. Antropóloga con estudios en sociología, psicoanálisis y lenguas orientales, Petit es investigadora de la Universidad de París I y autora de varios libros, entre ellos Una infancia en el país de los libros y El arte de la lectura en tiempos de crisis . Su obra fue ampliamente traducida al español.
-¿Cuál es el lazo entre crisis y lectura?
-Cuando hay crisis, mucha gente busca literatura. En el siglo XX, hubo personas que en los campos de concentración pudieron aguantar lo inaguantable con los recuerdos de unos relatos o de poesías. Con las crisis actuales, se observa en países como Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos un aumento del consumo de libros y de la frecuentación de las bibliotecas. También la gente asiste más a las ferias de libros.
-¿Qué efectos producen las narraciones en tiempos difíciles?
-En contextos de crisis, la literatura nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias Una crisis es como una ruptura, un tiempo que reactiva todas las angustias de separación, de abandono, y produce la pérdida de ese sentimiento de la continuidad que es tan importante para el ser humano. Las narraciones, entre otras cosas, nos reactivan ese sentimiento, no sólo porque tienen un comienzo, un principio y un fin, sino también por el orden secreto que emana de la buena literatura. Es como si el caos interno se apaciguara, tomara forma.
-¿Por qué es tan importante la lectura como juego?
-Las experiencias que he comparado se realizan con gente que vivió situaciones muy difíciles. En esas experiencias, no hay ningún objetivo escolar, sino que se trata de compartir un momento con textos. En Colombia, en las experiencias con los desvinculados del conflicto armado no se trataba de espacios de educación. Para la gente que armó los talleres de literatura, el objetivo era, más allá de las preocupaciones terapéuticas o educativas, abrir un momento de juego para gente que no había tenido esa posibilidad en su infancia. Sabemos por los psicoanalistas que si uno no jugó mucho con el lenguaje, el aprendizaje es más difícil. Tenemos la necesidad de momentos libres, poéticos, gratuitos, de intercambio lúdico.
-¿Qué le llamó la atención de la Argentina?
-Es la quinta vez que me invitan a este país. Estuve en 2000 y regresé en 2002, cuando la situación era terrible. Volví en 2005 y en 2006, y la gente espontáneamente me contaba lo que hacía en los talleres de lectura. En este país, la gente tiene una relación muy fuerte con la narración y también con la poesía. Claro que, en comparación con los países europeos, las prácticas de lectura, en términos estadísticos, son menos altas, pero, por otra parte, acá hay una relación de deseo de apropiarse del libro. A la Feria del Libro va más de un millón de personas, mientras que, en Francia, el Salón del Libro cada año lo frecuentan 160.000 personas. La psicoanalista argentina Silvia Bleichmar decía sobre 2001 que la resistencia de los argentinos a ser puros seres biológicos fue fundamental. En esos temas, yo aprendo de ustedes.
-¿Las diferencias sociales determinan la experiencia de leer?
-Las diferencias sociales son muy importantes. Quienes han vivido lejos de los libros pueden sentir que esos objetos les dan miedos de diferentes tipos, y pueden preguntarse sobre lo útil que pueden ser o no. La noción de utilidad es muy fuerte en la cultura popular. Incluso, uno puede pasar como egoísta si lee porque el grupo es muy importante para la supervivencia. Por eso las prácticas literarias compartidas apaciguan el miedo, porque se está en grupo y no hay que aislarse para leer.
-¿Cuál es el papel de las bibliotecas en esta era de Internet?
-Acepté esta invitación de la Conabip porque se trataba de gente de las bibliotecas. En estos tiempos en que tanta gente se siente rechazada, cuando se les dice: no hay lugar para ustedes, ya no tienes empleo, ya no tienes casa, la biblioteca es un lugar que nos facilita el sentimiento de pertenencia. En muchos países, gente sin techo, exiliada, emigrante va a las bibliotecas, no sólo porque hay calefacción, sino porque hay algo que va más allá. Se trata del lugar de los libros, y los libros tienen que ver con el hogar.
Fuente: Diario La Nación
De visita en la Argentina invitada por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), Petit disertó en la última Feria del Libro.
Su trabajo sobre la contribución de la lectura a la reparación personal, a partir del análisis de experiencias realizadas en contextos sociales difíciles en distintos países, la ha llevado a indagar sobre proyectos que surgieron aquí después de la crisis de 2001.
Sostiene que en la Argentina y en Colombia vio las experiencias más significativas, y observó que aquí la gente tiene una relación muy intensa con la narración. Antropóloga con estudios en sociología, psicoanálisis y lenguas orientales, Petit es investigadora de la Universidad de París I y autora de varios libros, entre ellos Una infancia en el país de los libros y El arte de la lectura en tiempos de crisis . Su obra fue ampliamente traducida al español.
-¿Cuál es el lazo entre crisis y lectura?
-Cuando hay crisis, mucha gente busca literatura. En el siglo XX, hubo personas que en los campos de concentración pudieron aguantar lo inaguantable con los recuerdos de unos relatos o de poesías. Con las crisis actuales, se observa en países como Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos un aumento del consumo de libros y de la frecuentación de las bibliotecas. También la gente asiste más a las ferias de libros.
-¿Qué efectos producen las narraciones en tiempos difíciles?
-En contextos de crisis, la literatura nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias Una crisis es como una ruptura, un tiempo que reactiva todas las angustias de separación, de abandono, y produce la pérdida de ese sentimiento de la continuidad que es tan importante para el ser humano. Las narraciones, entre otras cosas, nos reactivan ese sentimiento, no sólo porque tienen un comienzo, un principio y un fin, sino también por el orden secreto que emana de la buena literatura. Es como si el caos interno se apaciguara, tomara forma.
-¿Por qué es tan importante la lectura como juego?
-Las experiencias que he comparado se realizan con gente que vivió situaciones muy difíciles. En esas experiencias, no hay ningún objetivo escolar, sino que se trata de compartir un momento con textos. En Colombia, en las experiencias con los desvinculados del conflicto armado no se trataba de espacios de educación. Para la gente que armó los talleres de literatura, el objetivo era, más allá de las preocupaciones terapéuticas o educativas, abrir un momento de juego para gente que no había tenido esa posibilidad en su infancia. Sabemos por los psicoanalistas que si uno no jugó mucho con el lenguaje, el aprendizaje es más difícil. Tenemos la necesidad de momentos libres, poéticos, gratuitos, de intercambio lúdico.
-¿Qué le llamó la atención de la Argentina?
-Es la quinta vez que me invitan a este país. Estuve en 2000 y regresé en 2002, cuando la situación era terrible. Volví en 2005 y en 2006, y la gente espontáneamente me contaba lo que hacía en los talleres de lectura. En este país, la gente tiene una relación muy fuerte con la narración y también con la poesía. Claro que, en comparación con los países europeos, las prácticas de lectura, en términos estadísticos, son menos altas, pero, por otra parte, acá hay una relación de deseo de apropiarse del libro. A la Feria del Libro va más de un millón de personas, mientras que, en Francia, el Salón del Libro cada año lo frecuentan 160.000 personas. La psicoanalista argentina Silvia Bleichmar decía sobre 2001 que la resistencia de los argentinos a ser puros seres biológicos fue fundamental. En esos temas, yo aprendo de ustedes.
-¿Las diferencias sociales determinan la experiencia de leer?
-Las diferencias sociales son muy importantes. Quienes han vivido lejos de los libros pueden sentir que esos objetos les dan miedos de diferentes tipos, y pueden preguntarse sobre lo útil que pueden ser o no. La noción de utilidad es muy fuerte en la cultura popular. Incluso, uno puede pasar como egoísta si lee porque el grupo es muy importante para la supervivencia. Por eso las prácticas literarias compartidas apaciguan el miedo, porque se está en grupo y no hay que aislarse para leer.
-¿Cuál es el papel de las bibliotecas en esta era de Internet?
-Acepté esta invitación de la Conabip porque se trataba de gente de las bibliotecas. En estos tiempos en que tanta gente se siente rechazada, cuando se les dice: no hay lugar para ustedes, ya no tienes empleo, ya no tienes casa, la biblioteca es un lugar que nos facilita el sentimiento de pertenencia. En muchos países, gente sin techo, exiliada, emigrante va a las bibliotecas, no sólo porque hay calefacción, sino porque hay algo que va más allá. Se trata del lugar de los libros, y los libros tienen que ver con el hogar.
Fuente: Diario La Nación
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