miércoles, 22 de julio de 2009

El aguante

Existe un viejo dicho que menciona que “el combate no lo gana necesariamente el mejor, ni el más grande, sino aquel que resiste más”. En épocas de crisis, seguramente este proverbio cobra mayor sentido: mientras muchos pisan el freno -en todas las actividades y en todos los campos- algunos invierten inclusive aún más para superarse, exprimiendo al máximo su esfuerzo y su creatividad.

Es como si se calzaran las “botas de las siete leguas”, mientras los otros flotan en la inercia del punto muerto; siguen avanzando y, en términos relativos, lo hacen de manera superior. El ver como el resto va quedando atrás en el camino, genera en ellos una retroalimentación muy entusiasmante; y en los competidores, una suerte de desmoralización. Bien lo expresara ya William Shakespeare, poeta inglés que vivió entre 1564 y 1616: “La perserverancia mantiene el brillo del honor”.

Esos individuos que no se detienen, cuentan con dos capacidades esenciales: la tenacidad y la resiliencia.

La tenacidad es la calidad de tenaz, que se aplica a la persona que no desiste con facilidad de sus convicciones o propósitos. Su origen se encuentra, justamente, en la palabra “tener”, pues la persona tenaz se aferra, se tiene a un objetivo, y es dificultoso separarlo del mismo.

La tenacidad de un material es su capacidad para absorber energía, que implica la calidad de soportar esfuerzos superiores; es un concepto difícil de definir y medir, pero está claro que involucra la resistencia y la ductilidad. La tenacidad de una persona, indica la firmeza en un propósito, la constancia, la estabilidad, la fortaleza.

La otra capacidad esencial es la resiliencia. En mecánica, la resiliencia es el índice de resistencia al choque de un material. Mientras que la tenacidad se relaciona con un esfuerzo progresivo, la resiliencia se relaciona con un impacto.

En psicología, el término resiliencia se refiere a la capacidad de los individuos para sobreponerse a tragedias, al dolor emocional, al sufrimiento psicológico. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene resiliencia adecuada; puede sobreponerse a contratiempos e, incluso, resultar fortalecido por los mismos.

Una persona o grupo resiliente es el que logra seguir proyectándose en el futuro, a pesar de acontecimientos desestabilizadores y de condiciones de vida difíciles. Esto requiere flexibilidad, capacidad de adaptación a nuevas situaciones -lo que puede implicar el abandono de viejos paradigmas- y muchas, muchas ganas de seguir adelante, pase lo que pase.

Las cadenas de emails, la inseguridad, la crisis financiera, las jubilaciones, las nuevas pestes, etc., hacen que, en los tiempos que corren, sea fácil darse manija y dejarse llevar por la psicosis, pero eso no sirve. Si finalmente la situación no hubiere de ponerse tan mal, nos habremos preocupado en vano. Si, por el contrario, la situación hubiere de ponerse bien fea, hay que estar, entonces, preparados para sobreponerse a ella. Que la construcción le gane a la destrucción; ¡que la vida no es un simple crucero de placer, pero es un viaje que realmente vale la pena vivir, por completo!

Muchas personas y sociedades exitosas, lo han sido a partir de la superación de situaciones desgraciadas y complejas; es importante tener presente este concepto, ante las dificultades que puedan presentarse.

Un maestro y poeta argentino nos regaló, hace muchos años, unas palabras que merecerían estar escritas a la vista de todos. Pedro Bonifacio Palacios, que vivió entre 1854 y 1917, bajo el pseudónimo de “Almafuerte”, escribió: “Si te caes diez veces, te levantas; otras diez, otras cien, otras quinientas: no han de ser tus caídas tan violentas, ni tampoco, por ley, han de ser tantas”.

Por: Ricardo Vanella

Fuente: Clase Ejecutiva

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