Según una encuesta, el 56% mantiene una relación conflictiva. Para los especialistas, es fundamental que el superior sepa cómo ejercer su liderazgo. Y aconsejan a aprender a entenderse y negociar.
La convivencia laboral no es una tarea liviana. Y el equilibrio emocional tambalea aun más cuando la relación con el superior está en cortocircuito.
Según una encuesta realizada en Capital Federal y Gran Buenos Aires, el 56% de los entrevistados tiene problemas con su jefe.
Así surge de un relevamiento realizado en Internet por la consultora internacional Dale Carnegie a 500 empleados, a quienes se le consultó cómo era la relación con su jefe. El 21% respondió que es pésima, el 19% muy mala y el 16% simplemente negativa. Además, el 24% confesó que directamente no tiene trato. Sólo un 12% dijo llevarse bien y apenas el 5% la calificó como óptima. El 3% no supo contestar.
Las teorías clásicas de la administración empresarial revelan que los motivos de conflicto más frecuentes están vinculados con las obligaciones y responsabilidades de cada subordinado. ¿La causa? No siempre las pautas están del todo claras porque el jefe no encuentra la forma de comunicarlas con precisión.
Por eso, para Dora Onaindia, directora de Práctica de Liderazgo de HayGroup (una entidad que brinda capacitación en el tema a empresas), "el éxito de la articulación laboral depende de la batería de estilos que el líder es capaz de poner en práctica para resolver diferentes situaciones".
La especialista destaca como jefes ideales a quienes puedan desarrollar al menos cuatro de los seis estilos de liderazgo:
El afiliativo busca la armonía.
El directivo promueve la visión a largo plazo.
El coercitivo brinda instrucciones para lograr resultados.
El participativo logra el compromiso a través del consenso.
El orientador ayuda a identificar fortalezas y debilidades.
El marca pautas pregona a través del ejemplo.
Al momento de renunciar, la mala relación suele pesar más que los motivos económicos. Así lo expresa un estudio de la consultora Korn Ferry entre ejecutivos de 80 países: sólo un 5% destacó la falta de mejora salarial como causa principal de la deserción.
El problema de un mal jefe es que puede desbaratar los intentos de la compañía para mantener motivado y comprometido a su personal. "Para cada empleado –revela Héctor Dama, director ejecutivo de CCN Consultores y vicedecano de la USAL– el jefe representa la cara de la organización. Si está enemistado con su superior también lo está con la empresa". Dama
advierte que "los malos conductores llevan adelante los objetivos con un grupo reducido y el resto queda relegado. Es esencial tener criterios amplios y poder de inclusión. Que todos estén invitados a participar y se les brinden las mismas oportunidades".
Para evitar encontronazos, los especialistas recomiendan considerar al jefe como si fuera un cliente y aprender a entenderse y a negociar. En la visión de Lucía Ferrada, socióloga especializada en recursos humanos.
La convivencia laboral no es una tarea liviana. Y el equilibrio emocional tambalea aun más cuando la relación con el superior está en cortocircuito.
Según una encuesta realizada en Capital Federal y Gran Buenos Aires, el 56% de los entrevistados tiene problemas con su jefe.
Así surge de un relevamiento realizado en Internet por la consultora internacional Dale Carnegie a 500 empleados, a quienes se le consultó cómo era la relación con su jefe. El 21% respondió que es pésima, el 19% muy mala y el 16% simplemente negativa. Además, el 24% confesó que directamente no tiene trato. Sólo un 12% dijo llevarse bien y apenas el 5% la calificó como óptima. El 3% no supo contestar.
Las teorías clásicas de la administración empresarial revelan que los motivos de conflicto más frecuentes están vinculados con las obligaciones y responsabilidades de cada subordinado. ¿La causa? No siempre las pautas están del todo claras porque el jefe no encuentra la forma de comunicarlas con precisión.
Por eso, para Dora Onaindia, directora de Práctica de Liderazgo de HayGroup (una entidad que brinda capacitación en el tema a empresas), "el éxito de la articulación laboral depende de la batería de estilos que el líder es capaz de poner en práctica para resolver diferentes situaciones".
La especialista destaca como jefes ideales a quienes puedan desarrollar al menos cuatro de los seis estilos de liderazgo:
El afiliativo busca la armonía.
El directivo promueve la visión a largo plazo.
El coercitivo brinda instrucciones para lograr resultados.
El participativo logra el compromiso a través del consenso.
El orientador ayuda a identificar fortalezas y debilidades.
El marca pautas pregona a través del ejemplo.
Al momento de renunciar, la mala relación suele pesar más que los motivos económicos. Así lo expresa un estudio de la consultora Korn Ferry entre ejecutivos de 80 países: sólo un 5% destacó la falta de mejora salarial como causa principal de la deserción.
El problema de un mal jefe es que puede desbaratar los intentos de la compañía para mantener motivado y comprometido a su personal. "Para cada empleado –revela Héctor Dama, director ejecutivo de CCN Consultores y vicedecano de la USAL– el jefe representa la cara de la organización. Si está enemistado con su superior también lo está con la empresa". Dama
advierte que "los malos conductores llevan adelante los objetivos con un grupo reducido y el resto queda relegado. Es esencial tener criterios amplios y poder de inclusión. Que todos estén invitados a participar y se les brinden las mismas oportunidades".
Para evitar encontronazos, los especialistas recomiendan considerar al jefe como si fuera un cliente y aprender a entenderse y a negociar. En la visión de Lucía Ferrada, socióloga especializada en recursos humanos.
"Como ocurre en cualquier pareja, las relaciones laborales se construyen de a dos. Lo que implica que ambas partes tienen un grado de culpa dentro del conflicto", analiza. Pero cuando un vínculo se fractura, existe de todas maneras posibilidad de recomponerlo. "Es importante marcarle al dominador de la situación algo positivo, porque esto suele predisponerlo para mantener un diálogo cordial", sugiere Ferrada.
Los expertos remarcan también que uno los desaciertos más habituales de las empresas es considerar que un buen profesional puede convertirse en un gran líder sin recibir la capacitación adecuada. Pero, ¿qué implica ejercer un buen liderazgo? Ante todo, generar un ámbito tolerante al error. Que los trabajadores no se sientan intimidados al tomar decisiones y que puedan sentarse a conversar libremente. Además, delegar tareas sin desentenderse, administrar los recursos y potenciar las capacidades individuales para alcanzar los objetivos globales.
1 comentario:
Los diferentes estilos de direccion influyen de sobremanera en el ambiente de trabajo.
Debería ser una prioridad del empresario cuidar al máximo su trato con sus empleados.
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