viernes, 10 de julio de 2009

Precariedad laboral

Hay un cuento del escritor norteamericano John Cheever que se llama "El Nadador". Su protagonista decide volver a su casa, distante a unos 13 kilómetros, a través de las sucesivas piscinas del elegante suburbio donde vivía, como si fuera un río continuado. Algo similar se propuso Zach Bliss, un joven de la misma nacionalidad, pero referido a sucesivos empleos durante un año, cuya única condición es que cada uno dure un día y no se repita.

Hasta ahora ya ha sido panadero, jugador de ajedrez, camarero, preparador físico, asesor personal de imagen o conductor de scooter. "La clave para encontrar empleo radica en estar abierto a cualquier oferta y trabajar duro en campos totalmente nuevos."

Una experiencia de igual tenor fue volcada al libro Alta Rotación, por Laura Meradi, donde relata sus diversas experiencias en aquellos trabajos que hoy se ofrecen en nuestro país a los jóvenes, en condiciones laborales deplorables y sueldos ínfimos.

Podría decirse que tanto Zach como Laura son el paradigma de las relaciones del trabajo de nuestros tiempos. Es la necesidad de navegar, a la manera de Internet, por distintas ocupaciones, con compromisos frágiles. En un caso, el de Zach, por decisión propia. Laura, por su parte, tuvo el propósito de exponer la precariedad de los ofrecimientos.

Cabe preguntarse qué quedará al final del camino. La inserción laboral de los más jóvenes marcará un concepto negativo o positivo que habrá de volcarse sobre la sociedad. Luego de inflarlos de expectativas de autonomía y progreso, se los recibe con demasiada frecuencia como invitados indeseables de una fiesta que no les pertenece.

No es un fenómeno nuevo. La mayoría de los que hoy se encuentran desempeñando empleos estables y exitosos han comenzado a trabajar, hace muchos años, en ocupaciones de baja calificación y sueldos magros. El punto central es cómo han capitalizado aquella experiencia, de donde surgen dos tendencias.

La primera, la más irracional y espontánea, es que los jóvenes deben pagar su derecho de piso. En otros términos, sufrir. La otra tendencia es recuperar las malas experiencias vividas para no repetirlas con las generaciones posteriores.

En cualquiera de los dos casos, el concepto puede estar errado. Las nuevas generaciones no se mueven con los mismos valores de los que los antecedieron, por lo que se deduce que la tarea principal, la más compleja y fatigosa, es entenderlos. Para que no lleguen a destino -como el nadador de Cheever-, vacíos y desconcertados por el desgaste del camino.

Por Jorge Mosqueira - Fuente: La Nación - Suplemento "Empleos"

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